La hazaña de un sanmartinense que sobrevivió al hundimiento del Gral. Belgrano

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Alfredo Núñez, nacido en San Martín y rescatado tras el ataque británico el 2 de mayo de 1982 contra el buque insignia de la Armada Argentina en la Guerra de las Malvinas, luchó dos días en medio del frío y las correntadas en una balsa con sus compañeros de tripulación hasta ser rescatado. “Ese momento fue lo más lindo que pasó en mi vida, fue como volver a vivir”, recordó.

Este viernes 2 de mayo se cumplen 43 años de un hecho crucial de la Guerra de las   Malvinas en 1982: el hundimiento del crucero argentino ARA Gral. Belgrano mediante torpedos disparados por el submarino inglés Conqueror, por orden directa de la primera ministra británica Margaret Thatcher, que causó la muerte de 323 de sus 1093 tripulantes. Y uno de los sobrevivientes del hundimiento del crucero argentino es un abogado de San Martín, nacido en el Hospital Diego Thompson. 

Se trata de Alfredo Núñez, nacido el 9 de febrero de 1962 y matriculado en el Colegio de Abogados de San Martín (CASM), quien en diálogo con Reflejos de La Ciudad recordó ese acontecimiento que saboteó las tratativas diplomáticas en curso un día después del inicio de los combates en el archipiélago. Núñez también reivindicó la importancia del reclamo por la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas para las generaciones futuras.

“Ese año había servicio militar obligatorio y fui convocado en la Armada como conscripto”, señaló antes de recordar que al inicio del conflicto ese 2 de abril de 1982 “estábamos en pleno ejercicio en el Gral. Belgrano, donde nos estaban instruyendo y enseñándonos todo para el caso de entrar en combate”. Por eso, subrayó que “teníamos muy claro el panorama para aplicar todo lo que nos enseñaron y creo que en parte por eso estoy con vida”.

Una vez iniciado el conflicto bélico, Núñez fue destinado al área de artillería, en un buque dotado de “un inmenso poder de fuego”, esa característica “llegó a conocimiento de los ingleses y llevó al gobierno de Margaret Thatcher a hundir el Belgrano”. Los británicos “sabían el peligro inminente que les generaba” y “la historia hubiera cambiado si nuestros buques hubieran estado a orillas de Malvinas como escudo”, razonó.

Y llegó el momento del impacto de esos tres cruceros disparados por el submarino británico aquel 2 de mayo de 1982. “Ese día no me lo olvido más, cada uno estaba en el lugar asignado, había mucha disciplina y todo marchaba con armonía”.

“Era por la tarde, una tarde gris, clásico clima del sur, con mucho frío. Yo estaba en hora de descanso después de haber cumplido guardia. Estaba en mi camarote cuando impactaron los torpedos del submarino Conqueror”, recordó con nitidez.

“Dispararon tres torpedos, uno le erró al buque pero los otros dos impactaron, uno en la sala de máquinas y otro más adelante, fueron muy certeros”. Entonces, “la sala de máquinas se prendió fuego y cuando dieron la orden de abandono, el buque quedó completamente a oscuras porque se cortó la electricidad, fue un caos, fue muy rápido”, rememoró con emoción.

“Pero yo conocía mucho el buque, que tenía caminos, compuertas y escalinatas. Era imposible salir a la cubierta sin conocerlo”, aseguró. “La disciplina me ayudó y en el momento del hundimiento supe cómo moverme en la oscuridad”, remarcó. “Fue un  hundimiento muy rápido en relación al tamaño del buque, pero pese a todo fueron muchos los que sobrevivieron en proporción al tiempo del hundimiento”.

Cuando Alfredo llegó a la cubierta, “había heridos y los pude ayudar a desembarcar”, pero “cuando me tocó a mí abandonar el buque y me tiré a la balsa, estaba averiada.  Tuve que saltar varios metros para alcanzar otra balsa, pero también hubo problemas, por el temporal, había un viento muy fuerte y un clima muy frío”, enfatizó con dramatismo.

En ese momento, “tuvimos que adaptarnos; pasé a una tercera balsa para recién poder estabilizarme; el naufragio es estar en el mar a la deriva hasta tanto se pueda realizar todo el protocolo y avisar por radio a las naves de rescate”. A la deriva con el resto de sus compañeros en la balsa, de noche, “tiramos luces de bengala cuando sentimos los motores de los aviones para que detectaran nuestra ubicación y comuniquen nuestra posición a los buques de rescate”.

Pese a que el crucero Gral. Belgrano tenía dos buques escolta, el Py y el Piedrabuena, “por razones de seguridad, tuvieron órdenes de retirarse inmediatamente después del torpedeo, pero probablemente hayan avisado para realizar el rescate”, razonó.

“Era tan fuerte el viento que hubo que improvisar, la balsa estaba casi al límite de personas: si se excede puede hundirse. Pero al ser tantos cuerpos, emanaban mucho calor y entre nosotros mantuvimos la temperatura adecuada para sobrevivir”, destacó. “En la balsa todos tratábamos de alentarnos. Tenía el cuerpo duro, casi congelado, con hipotermia, no tenía apetito ni movilidad”, reconoció. 

En ese momento dramático, mientras tanto “las corrientes eran tan fuertes que todas las balsas se dirigían hacia el Polo Sur, que atrae como un imán, pero más al sur hacía más frío”, advirtió con pesadumbre. 

Dos días transcurrieron sin ser rescatados, en “el límite de sobrevivencia”. Pero “me animó mucho sentir los motores de los aviones, fue una esperanza muy importante”. Y entonces llegó el momento cumbre: el rescate.

“Cuando nos rescataron fue una alegría tan grande, una emoción que nunca me la voy a poder olvidar en mi vida”, sonrió con alegría. “Fue muy emocionante, tanto que uno revive psicológicamente; estaba tan duro y con tan poca esperanza, pero pude recuperarme; hice un esfuerzo para pararme de a poco, me querían ayudar y yo decía que podía, el estímulo psicológico ayuda mucho. El rescate fue lo más lindo que pasó en mi vida, no tengo palabras, fue como volver a vivir”, suspiró aliviado. 

En su caso lo rescató el aviso “ARA Francisco de Gurruchaga”, de la Armada Argentina. “El trato en el buque fue muy bueno, nos dieron cobijo. Fuimos a puerto. Yo estaba bien, no tuve ninguna secuela, ni siquiera un resfrío, fue un milagro”, aseguró con satisfacción. “La guerra nos afectó en forma diferente a cada uno. Me recuperé bien y seguí en la Armada hasta que terminó mi servicio militar”, completó Alfredo.

Patriótico, a la distancia de esos 43 años del hundimiento del Gral. Belgrano, Alfredo destaca que “todos los años me encuentro con otros tripulantes; la Armada siempre hace una ceremonia; el pasado 2 de abril en un encuentro tuve a mi lado a un suboficial que me rescató en el Gurruchaga; nos abrazamos y me regaló un recuerdo”.

En relación a la causa Malvinas y el reclamo por la soberanía argentina, “les diría a los jóvenes lo importante que fue para nosotros servir a la Patria; yo fui con mucha alegría a hacer el servicio militar, fue un gesto muy patriótico”. 

“Y pese a todo, hay que buscar el lado positivo. Volvimos a ocupar las Malvinas y tuvimos soberanía, más allá de las cosas negativas”, finalizó Alfredo Núñez, un sanmartinense sobreviviente del hundimiento del crucero Ara Gral. Belgrano y orgulloso de poder contar su historia para las generaciones futuras tras haber sido protagonista de una experiencia irrepetible.